Un día, los astrónomos podrían divisar un asteroide a tan solo meses de un encontronazo cataclísmico con la Tierra. Nuestra única oportunidad de supervivencia en una etapa tan tardía sería usar un explosivo nuclear para destruirlo.

Pero ¿funcionaría?

A diferencia de lo que sucede en algunos taquillazos melodramáticos de Hollywood de los años noventa, a los científicos de la vida real no les preocupan los gigantes esterilizadores de planetas en estos momentos. Las órbitas de casi todos los asteroides de un kilómetro de ancho o más ya han sido identificadas con precisión. “Sabemos que no serán una amenaza en el futuro próximo”, comentó Megan Bruck Syal, investigadora de defensa planetaria en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore.

Más bien, su atención está puesta en asteroides relativamente pequeños, más o menos del tamaño de estadios de fútbol, que se distinguen por su abundancia y capacidad para burlar a los observatorios que los cazan. “Esos son los que nos suelen preocupar más porque podrían salir de la nada”, mencionó Bruck Syal.

Un asteroide tan diminuto tal vez no suene como un gran peligro en comparación con el coloso de diez kilómetros que chocó con la Tierra hace 66 millones de años con resultados apocalípticos. No obstante, un meteorito que explotó sobre Siberia en 1908 tan solo tenía 60 metros de ancho y la onda de choque de la explosión derribó un poco más de 2000 kilómetros cuadrados de bosque. “Es el tamaño de toda el área metropolitana de Washington D. C.”, señaló Bruck Syal.

Luego de realizar simulaciones de alta fidelidad, unos científicos concluyeron en un estudio publicado este mes que un asteroide furtivo de hasta 100 metros de largo podría ser aniquilado por un dispositivo nuclear de 1 megatón y que el 99,9 por ciento de su masa sería dispersada lejos de la Tierra si se ataca al asteroide al menos dos meses antes del impacto.

Lo ideal sería identificar con décadas de anticipación a los asteroides que tienen como blanco nuestra canica azul. De esta forma, la expectativa es que una nave espacial sin tripulación pueda embestirlos con tal impulso que el empujón los desvíe de la Tierra. Esta estrategia, conocida como desviación, se pondrá a prueba por primera vez el próximo año con la misión espacial Prueba de Redireccionamiento del Asteroide Doble (DART, por su sigla en inglés) de la NASA.

Sin embargo, un asteroide que esté a varios años de distancia de la Tierra puede no ser candidato para una desviación. En esa etapa, podría ser demasiado tarde para alterar lo suficiente su trayectoria con un empujón. Y si un intento de desvío resulta demasiado entusiasta, el asteroide podría dividirse en pedazos más pequeños pero de buen tamaño que podrían impactar la Tierra en varios puntos.

Usar una explosión nuclear para destruir un intruso interplanetario “siempre será el último recurso”, comentó Patrick Michel, experto en asteroides del Observatorio de la Costa Azul que no participó en el estudio. No obstante, si nos quedara poco tiempo, tal vez sería nuestra única esperanza.

Un equipo encabezado por Patrick King, físico del Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins, realizó simulaciones en 3D para ver si una bomba nuclear podría ser la salvación del planeta. Como un aspirante a Marco Inaros, un villano de la serie de ciencia ficción “The Expanse” que maquinó un bombardeo a la Tierra desde el espacio, King lanzó asteroides virtuales de 100 metros a nuestro planeta en cinco trayectorias orbitales distintas.

Y luego envió poderosos dispositivos nucleares de 1 megatón para darles la bienvenida.

Las simulaciones demostraron que, cuando la detonación ocurría dos o más meses antes de la fecha proyectada del impacto, se podía garantizar que casi ninguno de los fragmentos de asteroide que sobrevivían a la explosión llegaría a la Tierra. Los que sí llegaran probablemente serían tan pequeños que se quemarían en la atmósfera, indicó Bruck Syal, coautora del estudio.