Sentada en uno de los salones principales del Complejo de Seguridad C5, en la ciudad de Cancún, a metros de una mesa con papeles, reportes, fichas e informes sobre diversos temas, la gobernadora Mara Lezama abre espacio para conversar, no de política, pero sí para hacer política como mejor lo ha sabido hacer.
Consciente del alcance de los ejes de la comunicación, del impacto de la imagen y del poder de la palabra –columna vertebral de su profesión– recurre a la elocuencia, acaso su principal arma para persuadir, convencer y emocionar.
Lo combina con carisma y actitud; modula la voz, se acicala el cabello, sonríe, pausa; juega con los silencios e inflexiones con intención, ya sea ante un microfono o frente a las cámaras; en una junta ejecutiva de alto nivel o en una reunión con distintos sectores; ante una multitud, en una entrevista o en la informalidad del tú a tú.
“Me apasiona la comunicación. Creo que la posibilidad es que lleva implícita una gran responsabilidad; no es nada más el emisor, mensaje y receptor.
“Es tu voz. Tú eres dueña de tu voz y eres víctima de tu voz y de todo lo que digas”, afirma, en entrevista para Motivadas.
Esta vez, la conversación no pretende revisar su actuación dentro del servicio público, ni evaluar su desempeño como funcionaria, a veces inmersa en polémicas, siempre sujeta a críticas en lo publico y lo privado o a cuestionamientos recurrentes –acertados o no, pero válidos– sobre los cuales ya se ha escrito.
La charla busca adentrarse en otros espacios de su vida para conocer y perfilar a la mujer que gobierna Quintana Roo. A la mujer detrás del poder.
Un poder que concentra y ejerce fuertemente influenciada por las enseñanzas de sus padres, su propio conocimiento y experiencia; por su educación nutrida por conceptos arraigados, pero no inflexibles del todo; condicionada por directrices de la vieja política y por los nuevos tiempos que vive el país. Incluso, por la fe que profesa y no oculta.
Bajo esos términos, sus respuestas –asegura– no corresponden a las de un personaje creado, ni a un discurso armado, sino a las de una mujer que se dice genuina, “de carne y hueso”.
Una mujer que transita, acorde a su contexto propio y a la época, entre la idea de lo que hasta el siglo pasado era ser mujer y la revisión actual de lo que implica serlo.
“Todavía nos queda mucho camino por recorrer. A veces decimos que ‘es el tiempo de las mujeres’. Yo creo que el tiempo debió haber sido siempre (…) el tiempo de las mujeres es desde que existió la primera mujer. No es que nos den ‘chance’ o que nos den permiso”, afirma.
Las raíces de la gobernadora Mara Lezama
“Mara” se presenta a sí misma como una niña que tuvo una infancia feliz en la Ciudad de México, en donde nació un 29 de septiembre de 1969; que jugaba con barbies, hacia deporte y tomaba clases de piano con la mamá del cantante José José.
“Nunca fui muy buena, pero me gustaba”, acepta, para agregar que también le dio por tocar “algo de guitarra”.
“Mi hermano Miguel, por ejemplo, toca todos los instrumentos; él es lírico y además tomó clases. Y todos los demás teníamos que hacer deporte y tocar un instrumento, porque tomábamos clases e ir bien en la escuela”, relata.
Desde una posición que admite como “privilegiada”, experimentó las ventajas y desafíos de una familia de clase media, cuyo padre era dueño de una fábrica que permitió pagarle a ella y a sus cuatro hermanos la educación superior en colegios y universidades privadas.
Creció con el ejemplo de sus padres María Elena y Manuel, como faro. “Sin duda alguna han sido inspiración y han sido un gran ejemplo”, expresa de forma reiterada a lo largo de la plática, en la que comparte diversas anécdotas sobre su educación, carente de malos tratos, pero estricta y con regaños; amorosa, pero con reglas y límites claros y no negociables.
“Creo que los límites ayudan a tolerar la frustración (…) y aprendes a madurar”, afirma, al hacer una reflexión sobre las consecuencias de no saber poner un alto.
Para fomentarles la empatía y la compasión, de pequeños les llevaban a los asilos u orfanatos. Así entendieron que no toda la gente tenía sus mismas oportunidades, que hay quienes “viven dolores desde la infancia” y que el gozar de un entorno económicamente holgado implicaba la responsabilidad de ayudar a otras personas, algo que también ha inculcado a su hija e hijos.
Aquello –lo piensa hoy– fue el principio de lo que la convertiría –años después y ya en Cancún– en una gestora social, a través de su programa radiofónico en el Grupo Turquesa, desde el cual se encargó de canalizar las demandas ciudadanas para que encontrasen respuesta y solución. De ahí que se asuma como “luchadora social”.
El discurso, la llave para conectar
Ya sea frente a una multitud o durante esta conversación, “Mara” recurre a frases y citas que escuchó de su madre y padre, las cuales son pilar de su discurso y llave para conectar con la audiencia, en un terreno en el que se da licencias para la espontaneidad, pero no para la improvisación.
Se le pregunta si ese estilo es más un sermón, que un discurso político. Y aclara: “No. Estoy hablando como una mujer apasionada porque la gente viva una vida feliz. (…) Yo creo que hablo con el corazón, hablo con la experiencia de ver muchas cosas buenas en la vida, muchas tristezas, muchos seres humanos que no lo han pasado bien.
“Yo creo en la oportunidad nada más de compartir lo que soy y lo que siento, nada más”.
Desde niña le fueron inculcados valores como la paz y el evitar los conflictos. “Escuché de mi mamá, quien nos decía que entre hermanos no nos peleáramos, porque así empiezan las guerras. Entonces entendimos que hay que dirimir las diferencias, que podemos tener opiniones diferentes, pero siempre podemos llegar a concensos. A veces uno pierde, a veces uno gana”.
También le enseñó del valor de la amistad y de la lealtad. Para ejemplificarlo comparte una anécdota sobre Ericka, su mejor amiga, tan solo superada por su hermana Verónica, “la persona más buena” que dice conocer.
“Nos decía mi mamá: Las amistades se riegan como las flores. Tienes que regarlas y pues estar en las buenas y en las malas. No todo de repente es bonito y hay que amar con virtudes y defectos. ¡Qué fácil amar con virtudes! Pero hay cosas que no te gustan, y se ama igual”.
De su padre, aprendió que “solo hay un camino, que es el camino correcto, que a veces es el más complicado” o “que lo bueno es bueno, aunque pocos lo hagan y lo malo es malo, aunque mucha gente lo haga”.
Manuel –dice– le enseñó además que las cosas “deben hacerse bien a la primera”; a ser puntual, respetar reglas dentro y fuera de casa, y llevar una vida sana, alejada de cualquier vicio.
“Yo nunca he bebido y nunca me ha llamado la atención. Pero tenía muy claro las reglas de mi papá, sobre todo. Es un papá muy cariñoso, pero muy estricto”.
De la comunicación a la política
A Cancún llegó en 1993 con la noticia de que el coloso Televisa abriría oficinas en esta ciudad, que adoptó y la adoptó.
Siempre tuvo tres trabajos –en televisión, radio y prensa– e hijas e hijos conviviendo entre redacciones, foros y el hogar, que se esforzó por no descuidar.
Con ese enfoque, suele convocar a las mujeres que son madres a no descuidar a sus hijas e hijos, pero admite que ha vivido en condiciones distintas de origen, que le permiten hasta hoy, ser una madre presente, como lo aprendió de su mamá.
“Eso es lo que te produce un mayor compromiso con los demás; para las que no pueden estar, para las que tienen que trabajar todo el día y no pueden estar en ese festejo del 10 de mayo; para quienes quisieran estar más, pero son papá y mamá, para quienes quisieran llegar, pero hacen dos horas de trayecto. Eso es lo que te da el mayor compromiso de decir, ‘si yo tengo una bendición, ¿cómo puedo tocar más vidas?’”, expresa.
En su juventud estuvo fuertemente tentada para estudiar alguna Ingeniería o Informática –la carrera de moda– dado su gusto por las Matemáticas. Sin embargo, le ganó la Comunicación, que precisamente le daba “la posibilidad de compartir muchos mensajes y de tocar vidas”.
Ahora, 23 años después, fuera de los medios y como titular del Ejecutivo, utiliza esa misma herramienta para dar sus propias primicias, dirigir la agenda y centrar el relato de lo que ocurre y no, en la entidad.
Nunca imaginó o pretendió ocupar un cargo público o adentrarse en terrenos de la política, a lo cual se resistió, responde.
Irónicamente, luego de muchas ofertas y un episodio intermedio bastante agridulce y controvertido en 2016, terminó sumergiéndose en las aguas de la política, en 2019.
“Me ofrecieron muchas veces entrar a la política y siempre dije que no. Y voy a escribir algún día un libro, todavía de por qué no. Quizá volvería a decir que no, porque hay cosas con las que coincido y hay cosas con las que no coincido”, expresa.
Adelanta que uno de los capítulos de esa publicación que proyecta para 2027, al término de su gobierno, contendrá los detalles sobre la primera oferta que recibió para ser candidata a la presidencia municipal de Cancún, por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), en 2016.
También incluirá el pasaje de cómo fue convencida en 2019 por el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador, quien le insistió en volver al ruedo para contender.
A su familia no le gustó la idea, pero la apoyaron. Hubo una persona conocida que le advirtió no aceptar. “Tu matrimonio se va a acabar”, le dijo.
Otros la previnieron sobre que nadie le volvería a hablar al término de su administración; y marcas que la contrataban como su imagen institucional para anunciarse, amenazaron: “Si tú vas a la política, pues ya, no te vamos a patrocinar”.
Al final, dejó la decisión en manos de Dios y fue de último momento. “La verdad es que, le dije a Dios, ‘si es para mí, que sea para bien. No quiero equivocarme, no quiero lastimar lo que soy’”.
Sobre sus motivaciones, rechaza haber aceptado aquella oferta por ambición económica o de poder.
“Lo acepté en el momento en que comprendí todo lo que había hecho a través de la lucha social y todo lo que aprendí de mis padres; sí, convencida de que podía hacer las cosas diferente; sí, convencida de que puedes tocar en positivo la vida de otros seres humanos a través de las políticas públicas”, asegura.
El libro –añade– contendrá además los pormenores de las luces y sombras con las que se topó al adentrarse al servicio público: Arrogancia, corrupción y deslealtad, enlista.
También enfrentó situaciones con las que ha tenido que lidiar, especialmente como mujer, evaluada por su género y no por sus capacidades.
En principio ingresó a la política como un pez en mar de tiburones, enfrentándose al machismo y al sexismo que se dejaron sentir y pusieron a prueba sus habilidades, minimizándola y queriendo imponerle reglas “no escritas”, las cuales ha intentado cambiar.
“Sí, creo que todas las mujeres, lamentablemente, las que tenemos esta edad, sobre todo, hemos visto cómo el machismo nos ha hecho un profundo daño. Creo y coincido en acabar con el machismo, con el clasismo, con el racismo o que te juzguen por ser mujer”, critica y menciona que la presión se multiplica para las mujeres indigenas.
En ese trayecto ha tenido que capotear comentarios de todo tipo, desde la imagen –haciendole notar que “una mujer” no debía cruzar la pierna “por protocolo”– que las mujeres escalan posiciones solo por cuota de género o a través de favores de alcoba.
“Me ‘rechoca’ cuando alguien hace, cuando menos, la insinuación de: ‘¡ah, claro!, es que…’; ‘pues dicen que…’, o sea, ¿cómo pueden hablar con tanta ligereza acerca de la integridad de una mujer que es mamá, que es esposa, que es hija, que es mujer?”, reprochó.
Tampoco ha estado exenta de padecer de acoso sexual e incluso, confiesa que alguna vez recibió una atrevida invitación para cruzar ese límite, sin ceder y poniendo al personaje en su lugar.
“Sí, me ha tocado. Lo voy a escribir en un libro; me han tocado insinuaciones, me han tocado; todas hemos sentido, de repente, una mano donde no quisiéramos. Lo importante es decirlo y lo importante es no dejarte”, afirma.
Que cómo lo ha enfrentado: “Primero, con mucha firmeza, con mucho coraje. Se enfrenta abriendo espacios a otras mujeres (…), pasando el mensaje una y otra y otra vez, de que las mujeres tienen sus alas, de no permitir la violencia, de que no se permita, porque la violencia no nada más es el golpe, es la violencia constante, de no creerte, de hacer sentir insignificante”.
A mí me define quien soy
Su vida parece marcada por múltiplos de 5, que en numerología simboliza el movimiento, la curiosidad, el cambio constante y las decisiones que marcan giros en la vida.
Con cuatro hermanos, ella suma los cinco. Su familia nuclear está compuesta por Omar, su esposo y sus tres hijos, Daniel, Mara y Omar. Ella es la quinta integrante.
Como presidenta municipal le tocó celebrar el 50 aniversario de Cancún en el 2020, en un contexto inédito: Una pandemia que confinó a la población mundial en sus casas y paralizó la industria turística, aliento económico del estado.
Años después rindió protesta un 25 de septiembre de 2022, como la quinta gobernadora de Quintana Roo, en el Siglo XXI.
“Sí, fíjate, no lo había pensado y tienes mucha razón. El número 5 en mi vida… sí, llegué a los 50 y tantos años –voy a cumplir 57 este año sí–; me tocó los 50 años de Cancún y 50 años del estado; me tocó el 55 aniversario también de Cancún; fuimos cinco hermanos también; entonces sí, fíjate no lo había pensado. Sí es un número importante en mi vida”, reflexiona.
Niña de dieces y menciones honoríficas, adolescente de cuadro de honor y joven con licenciatura, es hoy, a sus 56 años, una mujer que mantiene su capacidad retentiva y su agilidad mental prácticamente a tope.
No toma vitaminas, ni suplementos –comenta– pero posee la suficiente energia y apoyo logístico para desplazarse dentro y fuera de Quintana Roo en un mismo día, conservando además una imagen visualmente impecable, mientras su equipo intenta aguantarle el paso.
Apasionada de la familia y de su trabajo, romántica como pareja y celosa de su intimidad –que protege y defiende a ultranza– “Mara” se asume disciplinada, ordenada, puntual, controladora y estricta en el universo familiar y laboral.
Su animal favorito es el perro, “porque es leal, siempre está contigo, sobre todo si ha sufrido, se vuelve aún más fiel”.
Se inclina por los colores blanco y azul y musicalmente se declara amante del género de los boleros y del cantautor Napoleón.
Si pudiera elegir a un personaje histórico sería a la Madre Teresa de Calcuta, canonizada por la iglesia católica, identificada con la caridad, la compasión y su atención a las personas pobres, enfermas y moribundas, pero altamente controvertida, pues se le critica no atender las causas de esas condiciones, mientras que sectores progresistas le reprochan su posición inflexible contra el aborto, el divorcio y el uso de los métodos anticonceptivos, aún en contextos de carencia o violencia sexual.
Se distancia de esto último, porque si bien se ha pronunciado pública y reiteradamente a favor del matrimonio, no condena el divorcio y aún cuando se apega a los dogmas del catolicismo –que profesa y enuncia– su postura es menos convencional en cuanto a los derechos de las mujeres, que asegura defender y forman parte de un discurso público constante.
El libro que lee actualmente es “¿Quién soy yo para juzgar?”, escrito por el Papa Francisco, recientemente fallecido en El Vaticano y a quien entregó –en diciembre de 2023– una réplica a escala del Tren Maya, lo que le generó una oleada de críticas.
No es el único reproche recibido y sabe que habrá más. No obstante, a este momento de su vida dentro del servicio público, dice haber entendido –con pesar– que desde el gobierno –de cualquier color– nunca es suficiente lo que se haga, ni puede dar gusto a todos los sectores, por lo cual trata de mantenerse atenta, convocar al diálogo y tomar acción.
Para ello, aplica también otra lección aprendida en su infancia. “Tenía muy claro que no me define lo que pensaran los otros de mí, que me define lo que soy. Sin máscaras, porque no puedes creerte algo que no eres, porque te ves al espejo. Entonces, te defines tú con tu actuar, con tu legado”.
Que cómo lo enfrenta: “Lidias teniendo gente que te ama cerca, no gente que te adore, que no es lo mismo. No es fácil la crítica, sobre todo cuando la crítica lleva implícita un dolor para tu familia, con mentiras que hacen daño.
“Pero yo creo que lo puedo lidiar, uno, porque sé quién soy, porque sé perfectamente quién soy. No es fácil, pero hay que lidiar con ello; porque una crítica… y eso lo digo a todas y todos los que me escuchan, la crítica no te define, te defines tú, con el día a día y con tus acciones”.
El valor del tiempo
Así, en el vaivén entre pasado y presente de la conversación, “Mara” tiene claro que “sus veranos” están contados.
Su mandato culmina en 2027 y aunque ahora vive en plenitud, se acerca al ocaso de sus días. Se afana entonces en sacarles todo el provecho posible, de acuerdo con otra lección de su padre: El valor del tiempo.
“Creo que aprendí en la adolescencia, en esos primeros golpes de la vida, que tenemos poco tiempo, máximo 100 años… máximo. Un día me preguntó, hace poco, alguien: ‘¿Cuántos veranos te quedan?’ Yo dije, ‘tengo 56 años’, ¡y está cañón! Porque… ¿qué quieres hacer en ese tiempo?
“Yo soy una convencida que lo que menos tenemos en esta vida es tiempo y que ese tiempo lo tienes que disfrutar al máximo (…) En mi mundo, yo creo que Dios te da ciertas páginas para escribir tu historia. Ni una más, ni una menos. El día que vas a morir, ese día –yo espero ir con Dios– pero no tienes ni una más, ni una menos. La página que desperdicias no la vas a poder volver a escribir nunca”, subraya.
Por eso dice que a su gabinete le repite “que no se enamoren del dinero y del poder, porque les va a hacer un profundo daño”, “que se enamoren de ayudar al otro, que no pierdan la oportunidad de disfrutar la vida”. El consejo ha funcionado en algunos casos y en otros no.
En el suyo, su propia familia –la extendida y la nuclear– la mantienen con pies en la tierra y le recuerdan quién es.
Regalos y adulaciones tienen fecha de caducidad
Amante del mole y el arroz, del pastel de chocolate que prepara para su familia y de los hot cakes que comparte para encantar a sus amigos, “Mara” asegura que sigue lavando trastes, preparando la cena en casa, arreglando la ropa de sus hija e hijos y compartiendo con su pareja, el cantante Omar Terrazas.
“Llevo la misma vida, exactamente igual que cuando la llevaba antes; igual, igual”, sostiene, pero matiza al señalar que sí hay una diferencia en los horarios y el tiempo compartido, que se divide entre Cancún y Chetumal, lo cual implica ausencias más recurrentes.
“Claro que cambió en esa dinámica, la vida (…) pero en mi vida personal, en quien soy, no ha cambiado absolutamente nada”, sostiene.
Niega escudarse en disfraces o máscaras; aclara que no se deja seducir por adulaciones, “ni besamanos”, pues sabe que ambas cosas, junto con los regalos, acabarán en 2027, cuando culmine su mandato.
“Sé que son para el gobernador en turno y que van a acabar en el 27. Que ya no van a llegar, ni todas las llamadas, ni todas las invitaciones”, manifiesta.
A pregunta expresa, responde que todavía no la deslumbra ese nivel de poder, con un séquito de personas a sus órdenes, camionetas, escoltas, disponibilidad de recursos, viajes, relaciones públicas, políticas y económicas. Un mundo a sus pies.
Aclara que, contrario a la percepción general, no tiene a su disposición una horda de empleados, cuando “otros gobernantes” contaban hasta con chefs, cocineras, nanas, “ayudantes del ayudante, del ayudante”, con cargo al erario.
“Yo termino y termina la gente que va conmigo, que me acompaña; yo termino mi día y se van a descansar. Muchas veces nos sentamos a comer y comemos todos lo mismo o en el coche. No son esos tiempos ya, en donde esa arrogancia con un séquito de gente que no, ya no”, reitera.
No le interesa vivir una vida que no le corresponde, salvo por su encargo, que dimensiona como pasajero. Tampoco se reconoce como una mujer de excesos. “No me llama la atención”.
“Yo soy gobernadora cinco años. No me pertenece la vida de gobernadora mas que el lapso que está en ese tiempo (…) entonces tengo muy claro que no puedes vivir con arrogancia (…) no puedes enamorarte de una vida que no te pertenece, es un encargo, nada más”.
Por el contrario, encuentra felicidad en comer carnes asadas con sus padres, hija e hijos, y sus hermana y hermanos; con un grupo de amigos “muy chiquito” o escuchar cantar a su marido.
“Yo creo que si me pudiera marear en algún momento, tendría ahí a mi familia que me dijera: ‘No hay manera, eso no es así’. No te puedes marear, porque yo sí tengo muy claro, y se lo digo a mi gabinete todos los días, ‘esto no es para siempre, no se confundan’. Esto es pasajero y es un encargo. Tiene fecha de caducidad.
“Y todas tus adulaciones, regalos, invitaciones, fuera de la gente que te ama, también tienen fecha de caducidad. Y debe de ser terrible el día que te levantas y digas, ya nadie me habla”, reflexiona.
Confesiones y secretos
Tranquila con su conciencia, se declara una persona temorosa de Dios y de perder a la gente que ama. Le preocupa además no estar a la altura de lo que se espera de su actuar.
Además del amor por su familia, señala que le motiva saber que pudo ayudar a otras y otros e inspirarles en positivo; que pudo contribuir a transformar el dolor en felicidad.
Entre el romance y la pasión, se declara romántica. “Soy muy romántica, más romántica que pasional, yo creo. Pero yo creo que soy una buena combinación, porque tengo a un ser humano maravilloso, que es el amor de mi vida, Omar, que es súper pasional y es bien romántico”, subraya.
No tiene viernes de película, pero sí de trabajo; y reserva –cuando es posible– los domingos con sus hijos y su esposo.
Se le pregunta si en esta conversación respondió el personaje político o ella. “No, es Mara Lezama. Soy yo. Yo tengo muchos pasos en mi vida, encargos, cargos, pero voy a ser Mara hasta que mi corazón deje de latir.
“Y no puedes engañarte a ti ni a Dios, puedes engañar a muchos seres humanos, pero esto es Mara, que se puede ver frente al espejo; y soy como soy, y voy a ser así, tal cual, hasta que deje de existir solo en este mundo terrenal”.
Dice que no es mujer de secretos porque tiene una vida “muy clara”. “¿Un secreto? No tengo secretos, ¡caray!”.
Después, admite –entre risas– que sí, que le gustaría volver a tener el peso que tenía hace años. “Quizá siempre ser más delgada”, agrega, para luego hacer una confesión.
Sabe y admite que es comparada con la cantante Lucero y evoca una anécdota, cuando al entrevistar a la artista en la época en que se transmitía la telenovela “Lazos de Amor”, en el Canal de las Estrellas, la intérprete de “Tácticas de Guerra”, bromeó con ella, preguntándole:
‘¿Eres tú María Paola?’, al tiempo en que se llevaba el dedo meñique a la ceja, como aquel personaje.