El señor Sargazo, la historia de Omar Vázquez, el jardinero que comprobó que los sueños no caducan

El señor Sargazo, la historia de Omar Vázquez, el jardinero que comprobó que los sueños no caducan

✒ Adriana Varillas 📸 Paola Chiomante

En 2018, en plena crisis turístico-ambiental, ante la invasión masiva de sargazo en playas del Caribe Mexicano, surgió Blue Green, una empresa que encontró en esta macroalga parda, materia prima para la construcción de viviendas, lo cual dio pie al surgimiento de “Casa Angelita” en Puerto Morelos, la primera edificación creada con piezas del llamado Sargablock, en la Riviera Maya.

Desde entonces, este modelo de aprovechamiento del sargazo, patentado en 2019, ha servido no solo para construir viviendas en México, sino que es exportado, lo mismo a República Dominicana y Belice, que al Reino Unido y, siete años después, sumará presencia en países como Ghana, en África, a finales del 2025.

La idea de utilizar el sargazo en algo más que composta, como lo hacía el director de Blue Green, en 2015, surgió cuando la empresa perdió un contrato de limpieza de playas.

La historia es contada a Newsday Caribe y Periodismo Objetivo por el “señor Sargazo“, un jardinero que durante su infancia padeció hambre y sufrió violencia extrema; quien en su juventud cayó en las drogas y el alcohol, y quien a los 42 años, con el corazón roto por una separación, encontró en la macroalga una vía para aportar una solución ambiental y social, que de paso le sirvió para “rescatar” al niño roto que fue.

Inspirado por la casa de adobe de sus abuelos en Ocotlán, Jalisco, inició pruebas para fabricar bloques de construcción con la macroalga. 

Un homenaje que se replica por el mundo

Así nació la primera vivienda construida con este material, “Casa Angelita”, nombrada así en honor a su madre, quien falleció hace 22 años, sin que él y sus hermanos pudieran montarle una vivienda, dice Omar Vázquez Sánchez, mejor conocido como “el señor Sargazo”, director de Blue Green México y creador del Sargablock.

“Se llama ‘Casa Angelita’ porque es la réplica de la casa de mis abuelitos. Y lleva el nombre de mi mamá. Es que mis hermanos y yo nunca pudimos comprar un techo propio. Ella falleció hace 22 años. Y esta casa es para ella. 

“Yo sé que por aquí anda, no se asusten. Pero yo creo mucho que sus energías salen; por aquí anda, Angelita (…) No le hemos puesto ningún barniz, ningún sellador. La casa se hizo tal cual hace 6-7 años. Y la casa sigue intacta. Entonces esto es ‘Casa Angelita’”, detalla.

La idea fue un hitazo y comenzó a prosperar rápidamente, a la par de su fama dentro y fuera de Quintana Roo. Omar vio entonces la oportunidad de darle un rumbo social al proyecto.

La iniciativa ha cruzado fronteras. El primer país que importó bloques fue Inglaterra, a solicitud de un artista que los usó como lienzo. De ahí se recibieron pedidos de Martinica, República Dominicana y Belice. 

En 2020, Sargablock recibió un reconocimiento internacional en Viena como material sostenible de la década, en una competencia con más de 85 países.

“Aquí empezamos a donar casas. Al día de hoy hemos donado 18 casas y dos consultorios para el DIF municipal. 

“Cada vivienda tiene un costo de entre 200 mil y 220 mil pesos, lo que representa un ahorro del 40 al 50 por ciento en comparación con las construcciones tradicionales”, dice el empresario, entrevistado justo desde “Casa Angelita”, asentada en Puerto Morelos y rodeada de innumerables variedades de plantas de ornato, en un vivero de su propiedad.

El señor Sargazo, la historia de Omar Vázquez, el jardinero que comprobó que los sueños no caducan
Foto: Paola Chiomante

Nadie es profeta en su propia tierra

Luego de recorrer el vivero y la casita, a espaldas de filas enteras de Sargablock, Omar relata que, pese a su impacto, el proyecto ha enfrentado escepticismo en Quintana Roo y en el país.

“En México es muy difícil que crean en los productos hechos aquí. Me ha costado mucho trabajo, no nada más el gobierno, también la ciudadanía. Que huele, que se deshace, que da cáncer. En otros países, donde hay más apertura, nos reciben como héroes”, subraya el señor Sargazo.

El bloque de construcción –explica– está compuesto por 40 por ciento de sargazo y 60 por ciento de materia orgánica local. Las casas construidas con este material tienen propiedades térmicas y acústicas, afirma.

“Baja la temperatura de 10 a 12 grados. No estoy diciendo que lo enfría como un aire acondicionado, pero la casa te protege”, sostiene, al mencionar que durante alguno de los huracanes y tormentas, hay gente que ha encontrado resguardo en la vivienda, la cual se sostiene por sí misma, sin presentar problemas estructurales.

Hasta ahora, se han producido más de un millón de Sargablocks y se han retirado más de 100 mil toneladas de sargazo del mar, según datos proporcionados por el propio empresario.

El proyecto ha servido también para construir cabañas, colaborar con desarrollos turísticos como la Plaza del Carmen y Central Vallarta, y actualmente se busca firmar con una cadena de ferreterías de Quintana Roo para comercializar el material.

Con una patente registrada desde 2019, Vázquez Sánchez estima que para finales de 2025 su empresa estará presente en seis u ocho países más. Pero su mirada está puesta en África. 

“Vamos a lograr irnos este año a Ghana. Sus playas tienen hasta un kilómetro y medio de sargazo. Nadie hace nada. Los pescadores no están trabajando, la gente está muriendo de hambre. Las viviendas son endebles”.

El señor Sargazo, la historia de Omar Vázquez, el jardinero que comprobó que los sueños no caducan
Foto: Paola Chiomante

Los sueños no caducan

Desde su “templo de sanación” –como Omar llama a “Casa Angelita”– en donde puede “gritar, llorar” y “cargarse de energía”, el hoy empresario narra que su actual historia de gloria, tuvo como preludio un prolongado infierno, que inició desde la infancia.

El señor Sargazo es una suerte de personaje público, bautizado así por la comunicadora, Paola Rojas, quien le hizo una de las tantas entrevistas cuando se convirtió en un boom, al encontrarle una utilidad al grave problema del recale masivo de las macroalgas.

“Sí fue un shock muy grande el señor Sargazo- Omar Vásquez. Porque aunque somos la misma persona, muchas personas vienen a ver a la figura pública que me he convertido. A Omar Vázquez muy poca gente lo conoce. 

“Omar Vázquez es un hombre que ama a sus hijos. Que le gusta estar en su casa. Que todos los viajes y todo lo que hace es porque está trabajando con el señor Sargazo. Pero pues, soy una persona de cierta manera. Aunque aparentemente ven que todo el mundo me conoce, me gusta mi soledad, mi privacidad, mi espacio. Siempre ando solo, manejando por un lado para otro”, se describe.

Este hombre que se define como un jardinero que estaba dedicado a la composta, tuvo fuertes problemas de adicciones, padecía depresión, ansiedad y pánico

En ese relato hace una analogía entre él y un Sargablock, pues piensa que ambos, son un espejo de transformación de un problema, a una solución.

Él, con sus adicciones representaba un problema social, lo mismo que el sargazo, un problema ambiental y, ambos, eran mal vistos por la sociedad, hasta que fueron transformados.

“Cuando yo me quité las máscaras y rompí el ego y el orgullo y me desbaraté y me rendí ante Dios, él me moldeó e hizo a un hombre, no perfecto, pero sí a un hombre mejor; una mejor versión a la de antes. Y con el sargazo todo el mundo se quejaba y lo que hice fue exactamente lo mismo: moldearlo y darle un uso. Y pues aquí sigue fuerte y creo que también esa fortaleza la tengo yo, tanto mental, como espiritual. 

“Después de haberme caído tantas veces en mi vida, es darme cuenta que todo es posible y que lo único que no tiene fecha de caducidad son los sueños”, subraya hoy, el señor Sargazo a sus 49 años.

El señor Sargazo, la historia de Omar Vázquez, el jardinero que comprobó que los sueños no caducan
Foto: Paola Chiomante

Omar, el niño sanado por el señor Sargazo

Con una fuerte carga espiritual, el ahora empresario habla del valor de haber encontrado una misión de vida, que es ayudar.

Lo hace actualmente donando casas hechas con base en sargazo, sin tener mayor apoyo gubernamental o de fundación alguna, pues invierte los recursos que gana con su negocio y el vivero.

La ayuda –remarca– no es para las y los otros, sino para él mismo. “He entendido que este regalo que me dio, la información estaba en el aire para todos, pero que yo la haya tomado es una responsabilidad muy grande, que tengo que seguir tomando con los pies en la tierra, sin olvidarme de dónde vengo, mi origen y con el agradecimiento tanto a Dios y a mi madre, Angelita; al amor de mis hijos que ya me están ayudando. Y ese impacto social. 

“En algún momento hubo gente que nos ayudó a nosotros como hijos de una madre soltera, cuando mucha gente nos dio de comer muchas veces; entonces es algo que a mí me llena de alegría poder ahora yo ayudar a los demás, como mucha gente nos ayuda a nosotros”, expresa.

De este modo, asume que el Dios en quien cree, le ha mandado las señales para actuar

“Yo no tengo ninguna fundación. Ni tengo ninguna asociación civil, ni tengo ayuda de gobierno, ni ayuda de absolutamente nadie más que Dios. ¿Qué es lo que hago? Con lo que vendo mis plantas. Con lo que es mi utilidad; con lo que me pagan por dar conferencias, por lo que saco de Sargablock, voy juntando dinero. Y cuando tengo el dinero suficiente para una casa es que la voy donando.

“Y creo que todos conocemos a una persona necesitada. Todos. Hasta un familiar tenemos. Entonces a mí me llegan, ‘oye, fíjate que mi hermano o mi hermana fue abusada sexualmente y no tiene nada donde vivir’. ¡Ay Dios mío, vamos a darle su casa!. Y esa es la manera como hemos trabajado”, ahonda.

En esa vía, entre las historias que le motivaron donar casas está la de Mónica, madre de seis niños cuya casa en Leona Vicario se incendió y sólo recibió del gobierno dos láminas como ayuda.

“Yo al llegar y ver a esos niños debajo de una lámina, me impactó, y le di su casa”, narró, para luego contar el caso de unas niñas en Cancún, víctimas de abuso sexual por parte de su padrastro, lo que motivó que también les construyera una vivienda.

El señor Sargazo, la historia de Omar Vázquez, el jardinero que comprobó que los sueños no caducan
Foto: Adriana Varillas

Sin embargo, de todos los casos que más le han impactado, hay uno en particular que comparte: La del señor Sargazo, donándole una casa… a Omar Vázquez.

“Creo que lo que más me ha impactado fue haberme hecho mi propia casa. Un niño que venía de la pobreza extrema, que sufrió abuso sexual cuando tenía seis años, que emigró a Estados Unidos de manera ilegal muchos años, con una madre que vendía sangre en los hospitales para darnos de comer.

“Y que por fin tengo mi casa propia, hecha con Sargablock, que yo solo me doné. Para mí creo que es la historia más impactante, porque yo la viví (…) O sea, todas las historias me han impactado, pero creo que mis vivencias me han impactado mucho más que todas ellas y me siento muy bendecido del señor Sargazo haberle donado una casa a Omar Vázquez”, concluye.

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