Adriana Varillas
Paola Chiomante
Octavio Castillero
Nació en “cuna de oro cancunense”, pero va por la vida con cierto desenfado, sin poses, ni pretensiones. Sin que el tema sea un problema, sino un motivo de gratitud que le ha permitido ser una mujer más preparada, con un nivel de conciencia distinto.
Si bien su educación fue muy apegada a modelos tradicionales, no se considera conservadora y se define a sí misma como “una rebelde con causas”.
Estudió Turismo y es empresaria, pero en realidad ha dedicado 20 años de vida a la filantropia, a través de la organización que creó motivada por su hermana, quien fue al mismo tiempo su maestra de vida. Gracias a ella aprendió a valorar la riqueza de las diferencias y a luchar contra la discriminación.
Cuenta con un “espíritu ayudador” que proviene de un “lugar de profundo dolor”, que nada tiene que ver con privilegios, pero sí “con heridas del alma” entre ellas, la muerte de su hermana, hace 3 años.
Aun cuando su mundo se había limitado a su familia, su hogar y el altruismo, Daniela Vara ha dado un salto a la política, buscando ser un agente de cambio “no desde el poder, sino desde el servicio”, en el que se ha entrenado durante dos décadas.
La motivan, entre otras cosas, el sentido de la justicia y el impulso de sus tres hijas –Valentina, Paloma y Emiliana– factor decisivo –dice– para aceptar contender por la presidencia municipal de Benito Juárez, cuya cabecera es Cancún, la ciudad en la cual nació hace 38 años años, y la cual registra múltiples y profundas desigualdades, carencias y desafíos.
La tejedora de sueños
En su conversación con Motivadas Vara Solís se presenta como una mujer dinámica, de buen trato; espiritual, pero con carácter, como el de una loba que cuida y defiende a la manada.
Desde muy joven ha cultivado un propio universo, más profundo e intrincado que la esfera de egos en la que gravita la cancuniqué, en la que se mueve.
Se declara amante del Arte y la Cultura. Toca el piano, pero no es muy musical, porque prefiere el lenguaje del silencio. “Me hace como colar y decir :‘Ok, esto es lo que tu corazón quiere hacer, calla a todos y hazlo’”.
Aun con ello se adapta a cualquier género musical, pero ve en la versatilidad de la veracuzana, Olivia Gorra –considerada “la soprano de México”– como su opción preferida cuando se trata de “escuchar algo” y suele recomendarla, como lo hace ahora.
Para describirse, Daniela elige un cuadro de la pintora española Remedios Varo, uno de los íconos del surrealismo, corriente de los ismos de vanguardia del periodo de Entreguerras de la Europa de la primera mitad del Siglo XX, que mezcla los sueños con la realidad.
Al momento de precisar cuál es la obra, en su cabeza cruza la imagen de “Papilla estelar”, pero se confunde de nombre y declara: “La tejedora de sueños”.
Con honestidad admite la confusión y corrige horas después, entre risas, luego de un largo día de caminatas bajo el sol que abrasa y la temperatura que sofoca a más de 32 grados. La jornada incluye abrazos, manos entrechadas, fotografías, toma de notas, listado de propuestas, dinámica que le cobra factura. Es noche. Se le escucha agotada.
Bordando el manto cancunense
Paradójicamente, pese a su fascinación por el mundo onírico de Varo… Vara busca hacer de los sueños una realidad, materializándolos.
“Creo que cuando somos capaces de ver las cosas en el sentido del servicio y no en el sentido del poder, ya nos convertimos en agentes de cambio. En toda la oportunidad que he tenido de estar recorriendo Cancún, que es mi casa, trato de hacer estructuras de conciencia; trato de ir llevando a la gente a lo que realmente sostiene, y no a lo que es pasajero, no a lo que es efímero.
“Mi sueño es que los cancunenses de todas las clases sociales tengan mejor calidad de vida y no nada más algo que se puede acabar, por así decirlo, en un sentido figurado. Yo lo que quiero es capacitación, cambios de mente, ganas de mejorar; que si tú haces algo, o sea, tu familia lo pueda cosechar, que si tú siembras haya cosecha.
“Eso es lo que estoy segura que nos hace diferentes, si entendemos la política como servicio y no como poder, porque al final cuando tu intención es preparar y no dar para callar, las cosas van cambiando”, expresa.
Su maestra de vida
Nacida en Cancún, es hija del hotelero Abelardo Vara, presidente honorario de la Asociación de Hoteles de Cancún y figura disruptiva en la industria turística de este polo vacacional.
Tiene dos hermanos mayores y, hasta hace tres años, tuvo una hermana, quien sufrió un accidente que la hizo trascender a otro plano.
“Siempre le doy gracias a Dios y a la vida porque, de las cosas más dolorosas de mi infancia, que fue que mi hermana pasara este accidente, y que hoy no esté conmigo, fue todo el camino que ella me dejó.
“Ya hace tres años no está con nosotros; sin embargo, me dejó bien entrenada para entender a otra persona en la situación, sea cual sea que esté pasando”, expresó.
La condición de su hermana había sembrado en Daniela reflexiones hondas acerca de los impactos de la discriminación, del derecho de toda persona a ser diferente y tener un lugar dentro de la sociedad.
Del turismo al altruismo
Terminada la preparatoria fue a Estados Unidos a visitar su hermana y estuvo a punto de quedarse a estudiar en el extranjero, pero el atentado en contra de las Torres Gemelas de Nueva York, en septiembre del 2001, lo impidió.
Volvió a Cancún y, luego de graduarse de la carrera de Turismo –que cursó movida por “la gratitud a la tierra que tanto nos ha dado”, creó una fundación en Derechos Humanos.
“Al final creo que naces con un espíritu ‘ayudador’, como que donde veas que puedes, ahí te sumas, ¿no? Y además cuando tenía yo 18 años abrí esta asociación civil que ya te platico; me encontré en el mundo de los derechos humanos y los derechos humanos abarcaban todo, es decir, vivienda, salud, educación, animales, medio ambiente inclusión, entonces vas avanzando y también vas aprendiendo”, detalló.
Su escuela, “Casa Xiipaal de Quintana Roo”, le apuesta a crear conciencia sobre la importancia de los derechos y compromisos de niñas, niños y adolescentes del estado, promoviendo su digno desarrollo físico, mental y espiritual.
“Ese se fue el camino que me fue llevando en esta labor de altruismo, en querer participar en voluntariados, en grupos de ayuda, abrir una escuela; y en esta lucha por también escuchar a los demás.
“Eso fue lo que, creo, preparó mi corazón, esa es la verdad; y al final eso es lo que me ha permitido tener esta sensibilidad para entender al otro”, relató.
Desde esos espacios organizó la primera caminata de Autismo en la entidad, se apoyó al Patronato de Bomberos, se hizo una remodelación de sus dormitorios, durante siete años apoyaron a escuelas, participó en Iniciativa México, entre otras muchas acciones.
Durante esos años estuvo casada con José Luis “Chanito” Toledo, un político persistente que durante siete años estuvo enamorándola de forma creativa –dice– con quien tuvo a sus tres hijas y de quien se divorció discretamente en el 2021. Actualmente ambos llevan una relación afectuosa y de respeto mutuo.
Loba y rebelde con causas
De las mujeres, reconoce su fuerza y poder creador, con la capacidad suficiente para provocar que las cosas sucedan, pero al mismo tiempo admite que “muchas veces nos apagamos”.
“Sería una utopía decirte que siempre somos fuertes y valientes, pero tenemos esta dicha de poder aclararnos y levantarnos más fuerte; tenemos esta alegría de poder decir que nuestras lágrimas más allá de achicarnos nos limpian.
“Y creo que tenemos esta bendición de ser ejemplo para las generaciones que vienen detrás de nosotros y muchas veces, si es necesario, de empujar a otros también a salir adelante”, consideró.
Como mujer, no ha estado excenta de lidiar con el machismo; sin embargo, advierte que en la actualidad es más facil identificarlo y contrarrestarlo.
“Yo nací en el 85; no se conocía tanto el término. Ahora que empezamos con este tema de motivar a las mujeres a que alcen la voz, empezamos a a entender que ciertas conductas más allá de hacernos grandes nos hacían pequeñas y ahí empezamos a entender que el machismo estaba latente y que muchas veces era parte de una cultura aprendida, latina, mexicana o como le queramos llamar.
“Y sí, sí, he vivido situaciones del estilo, pero he aprendido que yo soy quien las detiene, que yo soy quien decide participar o decide poner un límite e irme a tiempo”, manifiesta.
No se considera feminista, porque difiere en algunas de las formas en que los feminismos se hacen escuchar, pero respalda la defensa de los derechos humanos de las mujeres, encabezada por las propias mujeres. Cree en la paridad, en los equilibrios y en la complementariedad entre el Hombre y la Mujer.
A pregunta expresa admite que su educación ha sido conservadora, “pero no soy conservadora”. Tampoco se asume liberal y aclara que más bien se considera una “rebelde con causas”.
De ser un animal, sería un lobo “porque cuida a su manada, es agerrido, defiende y nunca duda en ir al frente con tal de que los que van atrás estén seguros”.
Y de sostener un diálogo con su “yo” de hace 20 años, le diría que “vale la pena intentar las cosas; que vale la pena poner límites y que vale la pena alzar la voz aunque te estés muriendo”.
Su debilidad son los antojitos: Las quesadillas, las tortas. Su “gran secreto” es que cuando está nerviosa “me gusta comerme un bote de nutella”, lo cual resulta toda una confesión, tomando en cuenta que a sus hijas les tiene prohibido comer más de una cucharada.
Su mayor miedo es no arriesgarse a hacer algo que pueda cambiar alguna situación en su vida o la de otras personas a su alrededor.
Su más grande alegría sería estar segura de que sus hijas tendrán “un buen futuro en la tierra donde yo decidí vivir”. De ahí el salto que ha dado de la filantropía a la política.
Del “espíritu ayudador”
Mujer de convicciones enraizadas, Daniela ve como su mejor virtud el luchar por la justicia y como su principal fortaleza, pelear por la verdad.
Su color favorito es el blanco, por sencillo y porque le remite a la paz. Se declara espiritual, mas que adepta a alguna religión.
Identifica como raíz del “espíritu ayudador” que la empuja a trabajar por las y los otros, no a su origen visto como “privilegiado”, sino a “un lugar de profundo dolor que no tiene nada que ver con privilegios, pero tal vez con heridas del alma que no se sanan y que por convicción decides guardar”.
“Son heridas muy profundas que tú sabes que vas a cargar a lo largo de tu vida, aunado, por supuesto, a la situación que viví con mi hermana y a muchas otras cosas que viví y que no soy de esas mujeres que cree que hay que estarlas divulgando para que otros entiendan porqué haces lo que haces.
“Pero sí te puedo decir que viene de lo más profundo de mi alma ese espíritu ayudador, porque he sentido en carne propia lo que es no ser ayudada y lo hago justamente para que otros no sientan lo que yo sentí”, comparte.
Sobre su deseo de contender por la presidencia municipal, responde que no quiere perder la oportunidad de hacer algo por Cancún, la ciudad “que lo merece”.
“Vale la pena. Y ¿por qué vale la pena? Pues porque es tu casa, es tu tierra porque aquí está tu familia (…) O sea, qué ejemplo le daría a mis hijas cuando ya vinieron y me dijeron. ‘Oye, ¿quieres participar?
“Hubiera sido muy fácil para mí decir ‘no gracias, aquí me quedo’, pero si lo puedo hacer, no pierdo nada y cuando ya no pierdes nada porque dices ‘Cancún lo merece’, es cuando vas encontrando un sentido a por qué participar en un lugar que es desconocido”, concluyó, al señalar que quiere ganar “para construir”.